"Economía, economía y economía". Aquí el tres en uno del PP en la vuelta, siete años después, del Debate sobre el estado de la Nación. Alberto Núñez Feijóo tiene claro los retorteros por los que su partido tiene que encauzar el debate. Sin meandros, hasta una desembocadura en estuario: que Pedro Sánchez acometa cambios "estructurales" en la economía ante un futuro que estima aciago. E incidir en el "fracaso" que han supuesto los dos paquetes anticrisis, incapaces de frenar una inflación que cabalga por encima de los dos dígitos. Feijóo vaticina una "profundísima crisis" y se agarra a las palabras de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, que reconoció trimestres difíciles por delante, como un primer conato de reconocimiento del Ejecutivo. 

El líder del PP será un convidado de piedra en el escaño presidencial de la bancada popular el martes. Tendrá de encajar las interpelaciones sin poder replicar desde la tribuna. Pero atraerá focos y flashes y portadas en los periódicos del día siguiente, las primeras en ese ring parlamentario que es el Congreso. Una velada de tres días donde la gran examinada en la oposición será, por tanto, Cuca Gamarra. La secretaria general del PP se enfrentará a su gran reválida como portavoz parlamentaria. Y lo hará con su jefe de filas como mariscal de campo tras haber instruido a los suyos, durante su primera incursión en el Congreso la semana pasada, y haber transmitido la importancia táctica con la que dota a la cita.

Gamarra, como adelantó Feijóo a diputados y senadores, tendrá que seducir al Gobierno para que modifique los actuales Presupuestos, pero también para tender puentes de cara a los del año próximo. Que se sienten a negociar la inclusión de parte del documento económico que entregaron en abril a Sánchez y que no obtuvo siquiera acuse de recibo. Proporcionado en principio sin el logo del partido, con el fin de transmitir transversalidad, los populares ya llaman 'Plan Feijóo' a la batería de medidas pilotadas por Juan Bravo, vicesecretario económico del partido.

El PP, después de que el Gobierno aceptara tácitamente bajar hasta el 5% el IVA de la luz, pedirá emular la medida en las tarifas del gas, biogas y en el servicio de refrigeración y calefacción urbana. También otras medidas que el PP trata que sean archiconocidas. Deflactar los tramos del IRPF en las rentas inferiores a los 40.000 euros por el exceso de recaudación a través del IVA debido a la inflación, reducir el gasto político ["un Gobierno con 22 ministros, dos equipos de fútbol, y Sánchez como árbitro de un Ejecutivo dividido", describe Feijóo] o la solicitud a Bruselas de una suspensión temporal del impuesto especial sobre hidrocarburos.

Asomará también el reciente pacto de la Ley de Memoria Democrática del Gobierno con Bildu, cuya aplicación se extenderá hasta el 31 de diciembre de 1983. Será, además, en un escenario especial por el 25 aniversario del asesinato a manos de ETA de Miguel Ángel Blanco. También atacarán el "asalto institucional" perpetrado, a juicio del PP, por el presidente del Gobierno. Feijóo, además, pidió el pasado viernes en Zaragoza, tras la declaración de la UE de la nuclear como "energía limpia", revisar la vida útil de las centrales españolas. 

Vox no enseña sus cartas

Mientras el diseño de la estrategia del PP ha sido público, anunciando a cuentagotas algunos de los ejes de su discurso, Vox se guarda sus cartas y las define a puerta cerrada. "Son secretas", llegó a ironizar Jorge Buxadé, vicepresidente político, tras la reunión del comité de Acción Política de la formación que comenzó a abordar los ejes del debate la semana pasada. No habrá fumata blanca, un anuncio de la deliberación al modo Feijóo. Santiago Abascal saldrá contra Sánchez con todo, con los tradicionales ataques ideológicos pero también con mucha economía.

Aunque no habrá sorpresas. Será "previsible", reconoció Buxadé, "una alternativa pegada al terreno". Entre ellas, lo que considera la "degradación moral" del Consejo de Ministros. 

Ciudadanos, en plena refundación

La formación de Inés Arrimadas llega abierto en canal a la cita. En pleno proceso de refundación tras el K.O. electoral en Andalucía, los naranjas afrontan su estreno en el Debate sobre el estado de la Nación en un momento complejo. Defenderán a buen seguro los valores liberales y combatirán los postulados nacionalistas, pero quizás sea la última vez que se presentan a una cita de estas características con el nombre de 'Ciudadanos' o su corporativo color naranja. De la acogida que tenga su plan de renovación dependerá el futuro del partido de cara a las elecciones municipales, autonómicas y, finalmente, generales del año que viene.

En la madrileña calle de Alcalá, sede de Ciudadanos, no sienten estar ante una bola extra. "Queda mucha legislatura por delante", se afanan. Guardan silencio sobre la estrategia. Llevan una semana reuniéndose para definir cuál será el plan en el clásico debate que este martes vuelve al Congreso. La última vez que se ofició, en 2015, a Ciudadanos le quedaban pocos meses para convertirse en la cuarta fuerza política del país. El horizonte es muy distinto siete años después.